martes, 24 de febrero de 2015

Una daga para el Primer Emperador

Según nos cuenta Sima Quian en sus Memorias Históricas, Yin Zheng, el rey de Qin, estaba dispuesto a conquistar el mundo. Siguiendo el camino emprendido por su abuelo, el Rey Brillante, que había derrocado al mismísimo Hijo del Cielo -acabando así con la dinastía Zhou-, las campañas militares de Ying Zheng demostraron ser imparables. Uno tras otros, todos los reinos vecinos caían ante el poder de Qin, cuya sociedad había sido moldeada con el objeto de producir la más efectiva maquina bélica posible.

Entre los soberanos que más temían el avance de los ejércitos de Qin estaba el Príncipe Rojo, que tenía especiales motivos para temer que Yan, el reino de su padre, también llamado la Tierra de las Golondrinas, sufriese las depredaciones de Yin Zheng. En el pasado, el Príncipe Rojo había sido rehén del rey de Qin, pero había huído. Sabía pues, que si su tierra era conquistada, el único destino que podía aguardarle sería la muerte. Sabedor también de que los ejércitos de su propio reino no podrían hacer frente a las tropas de Qin, el Príncipe Rojo decidió emprender un curso de acción diferente: Haría asesinar a Ying Zheng antes de que este diese la orden de invadir la Tierra de las Golondrinas.

Más que difícil, cumplir semejante misión sería una tarea casi imposible, y con unas probabilidades de supervivencia que en la práctica equivalían a un suicidio. Para obtener alguna probabilidad de éxito, todo el asunto debería ser cuidadosamente planificado. Tres elementos resultarían necesarios: Un asesino dispuesto, un arma capaz, y una oportunidad para atacar.

El Príncipe Rojo consiguió a su asesino gracias a uno de sus consejeros, que le recomendó a un espadachín a sueldo llamado Jing Ke. Al consejero le había impresionado la sangre fría que había visto mostrar a Jing Ke en alguna ocasión, y pensó que esa era la cualidad que se necesitaría para cumplir con el funesto cometido que necesitaban. Tras convencer al espadachín de que aceptase cumplir semejante misión, el consejero se quitó la vida, para proteger el secreto de la conspiración de asesinato.

Además de la mano que la empuñase, haría falta el arma que infligiese la herida fatal. Y teniendo en cuenta que tal vez sólo hubiese una oportunidad, un único golpe debía ser suficiente para matar a Ying Zheng. El Príncipe Rojo encargó a algunos de sus hombres de confianza que le trajesen la daga más afilada del mundo. La búsqueda de estos agentes tuvo como resultado el hallazgo de una daga de calidad y filo sin igual, que fue obtenida a un alto precio de un refugiado que huía de los territorios conquistados por Qin. 

Con la daga en su posesión, el Príncipe Rojo reflexionó que tal vez ni siquiera su filo resultara suficiente. Podría ser que las protecciones del rey de Qin impidiesen que el arma se hundiese por completo en su cuerpo, tal vez el único golpe que podría intentarse no tendría mayor resultado que un simple rasguño. Mejor sería asegurarse de que ese rasguño fuese suficiente. Se prepararon los más potentes y terribles venenos, experimentando con esclavos, de los cuales el número de los que murieron en aquellas pruebas es desconocido. Pero finalmente se obtuvo el resultado, un veneno infalible, que no precisaría más que un leve corte para introducirse en el organismo de la víctima, que quedaría condenada ya a partir de ese momento.

Contaban ya con el asesino y con el arma, pero todavía faltaba conseguir una oportunidad para asestar el golpe, meditaba el Príncipe Rojo. Ying Zheng estaba tan bien protegido que resultaría imposible acercarse hasta él sorteando sus guardias y defensas; Resultaba necesario recurrir a algún ardid que pusiera al rey de Qin al alcance de la daga de Jing Ze. Así lo acordaron el Príncipe Rojo y el espadachín, que mientras esperaba se dedicaba a aprovechar al máximo el tiempo y las riquezas volcadas sobre él por su patrón, festejando en suntuosos banquetes y disfrutando de numerosas esclavas puestas a su disposición. Sin embargo, fue el propio Jing Ze quien ideó la forma de aproximarse hasta Ying Zheng.

En la corte del Príncipe Rojo vivía exiliado el general Fan Yuchi, antes al servicio de Qin, ahora huido de allí, acusado de traición por su rey. La familia de Fan Yuchi había sido ejecutada, y las ansias de venganza del general se veían constantemente frustradas por su incapacidad de afectar de ningún modo a su antiguo monarca. Las tropas de la Tierra de las Golondrinas nunca seguirían a un general proveniente de Qin, así que no había nada que el desterrado militar pudiese hacer, más que sumirse en su desesperación y deseos de venganza.

Jing Ze mantuvo una conversación con el general, explicándole el plan que el Príncipe Rojo había puesto en marcha, y ofreciéndole un terrible trato: Ying Zheng había puesto precio a la cabeza de Fan Yuchi, ofreciendo una enorme recompensa a quien se la trajese. Si el general consentía en quitarse la vida, Jing Ze podría usar su cabeza como forma de aproximarse al rey de Qin, cuando éste le recibiese. Y entonces, prometió el espadachín al general, Ying Zheng moriría. Tras meditarlo, Fan Yuchi accedió, y él mismo se cortó el cuello, para consternación del Príncipe Rojo, que como anfitrión del antiguo militar de Qin, se había negado al principio a seguir con esa parte del plan. Pero ahora ya no había marcha atrás.

Para maximizar las probabilidades de ser recibido en audiencia por el propio Ying Zheng, el Príncipe Rojo entregó otra cosa a Jing Ze; Un mapa que contenía información militar de su país, detallando las defensas de la Tierra de las Golondrinas. Tal vez con la tentación de conseguir esa información, el rey de Qin mordería el anzuelo. Si el plan funcionaba, no habría guerra, esperaban. Si no, su propio ejército nunca podría derrotar al de Qin, en cualquier caso.

Con el mapa, la daga, y la cabeza, Jing Ze se puso en camino hacia Qin, un viaje del que sabía que no regresaría, y con la única compañía de Wuyang, un joven que ya se había labrada una infame reputación como importante criminal, a quien el espadachín había convencido para que tomase parte también en el atentado.

El plan comenzó a desarrollarse tal y como había sido previsto. El la tierra de Qin, Jing Ze explicó el motivo que le habían traído hasta allí, mostrando la cabeza y el mapa. Eso le abrió rápidamente las puertas necesarias, hasta que en poco tiempo fue convocado en audiencia con el propio Ying Zheng, donde sería recompensado por los servicios prestados. En una ceremonia realizada en presencia de centenares de cortesanos, el rey de Qin otorgó a Jing Ze el honor de reunirse con él en el estrado en el que se mantenía el trono. Allí, el espadachín comenzó a mostrar el mapa de Yan, a medida que su víctima lo iba desenrrollando. Justo al final del rollo se encontraba la daga, que el asesino empuñó para atacar. 

Sin embargo, erró el golpe cuando su víctima saltó hacia atrás. El rey de Qin retrocedió, tratando
torpemente de desenvainar su espada ceremonial. Los cortesanos, prohibido el acceso al estrado, sólo podían ayudar gritando a su soberano, y arrojando cosas al asesino. Que el ataque había sido un fracaso ya resultaba evidente. Sobrepuesto a su sorpresa inicial, Ying Zheng desenvainó finalmente su espada, y con ella hirió de gravedad a quien había tratado de darle muerte. Pronto llegó su guardia real, y allí mismo remataron a Jing Ze.

El atentado fue aprovechado como casus belli contra Yan. Pocos años después del inicio de la trama ideada por el Príncipe Rojo, la Tierra de las Golondrinas había sido conquistada por Qin. El Príncipe Rojo acabó suicidándose en un fútil intento de aplacar la ira de Ying Zheng, que pronto asumiría un nuevo título, el de Primer Emperador, que había unificado todo el mundo conocido -todo bajo el cielo- sometiéndolo a su gobierno.

***

El intento de asesinato debió de tener lugar aproximadamente en el año 227 antes de nuestra era. Es uno de esos episodios históricos que hacen volar la imaginación -no en vano hay multitud de adaptaciones literarias, así como de cine y televisión, tomando esta historia como punto central-, y da, por lo tanto, mucho pie a que se adapte todo el asunto también a un contexto de juegos de rol. Yo voy a centrarme en la Tierra Alternativa, y en uno de los elementos: La daga utilizada para el atentado.

En un contexto lleno de elementos de fantasía, resulta normal suponer que el rey de Qin estaría protegido no sólo por sus guardias y su estricto protocolo, que impedía que casi nadie tuviese acceso a su persona, sino también por poderosas defensas mágicas. Protecciones invocadas por los magos y astrólogos de su corte, tan poderosas que, mientras se mantuviese sentado en su trono, prácticamente garantizarían la inmunidad de Ying Zheng a cualquier ataque. Para superar tales defensas resultaría necesario contar con un arma igualmente poderosa.

La daga de la que Jing Ke se valió para su ataque estaba a la altura de la tarea. El veneno que supuraba su hoja era en realidad la manifestación de los poderes de un letal espíritu al que los tóngjï (mediums) contratados por el Príncipe Rojo habían invocado y vinculado al filo del arma. Un espíritu de un poder tal que cualquier herida causada por la daga sería mortal de necesidad. Un espíritu tan fuerte que, para conseguir que accediese a ser vinculado, pusiese la condición de que sólo podría ser usado dos veces. La primera lo fue como prueba de su efectividad, dando una muerte casi instantánea a uno de los esclavos del Príncipe Rojo, como prueba del poder del arma. La segunda sería contra el propio Ying Zheng. Sólo que no hubo ocasión de dar tal golpe. Por lo tanto, el espíritu continúa unido a la daga. Muy enfadado.

¿Qué fue del arma? Difícil de saber. Algunos dicen que el propio Primer Emperador la reclamó para sí, un recuerdo del día que estuvo tan cerca de morir y de ver así frustrados sus sueños de conquista y unificación. Quizá el arma fue enterrada junto al gobernante, en el extraordinario túmulo que este mandó erigir para sí, su sueño eterno guardado por un lago de mercurio, trampas letales, y un leal ejército de guerreros de terracota. En eras posteriores, localizar la tumba del Primer Emperador y penetrar sus mortales defensas sería una hazaña digna de los mayores aventureros. La daga de Jing Ke no sería más que uno de entre los grandes tesoros que aguardarían a ser "liberados" por esas almas valientes.

Pero quizá no. Tal vez la daga no llegó a ser enterrada nunca junto a aquel a quien debía haber dado muerte. Quizá en el caos subsiguiente a la muerte del Primer Emperador el arma fue otro más de los tesoros y secretos que desaparecieron en el tumulto. Y con el transcurrir de los siglos, podría estar prácticamente en cualquier parte. Todavía no habría sido usada.

Los poderes de la daga son básicamente dos: Primero, el arma es capaz de superar casi cualquier defensa mágica. Pocos, muy pocos son capaces de alcanzar una magnitud suficiente en sus tramas mágicas sin que estas sean desbaratadas por el poder del espíritu anidado en el filo, cortando las defensas como si estas no tuviesen más poder y consistencia que unas hebras de telaraña.

Segundo, el golpe es letal. Si la daga causa siquiera un punto de daño, y el espíritu derrota en una tirada enfrentada a la víctima, esta morirá sin remedio. Acto después, el espíritu quedará libre, y la daga perderá todos sus poderes, siendo meramente un arma de calidad extraordinaria (En términos de RuneQuest, el arma tendría, por ejemplo, las mejoras capaz, duradero, y resistente). Los poderes del arma sólo funcionarán una vez, así que es mejor que el objetivo merezca la pena.

Los usos posibles para un arma así son muy variados. Quizá algún cortesano traidor quiera emular el intento del Príncipe Rojo y asesinar al actual emperador. Habiendo descubierto el paradero de la daga, se empeña en hacerse con ella, quizá contratando a algunos aventureros errantes. O tal vez la daga se encuentre a buen recaudo en un santuario budista, de donde los héroes han de sacarla, pues la necesitan para acabar con alguna amenaza que ha mostrado ser inmune a cualquier herida. En cualquier caso, la daga siempre es un objeto único, extremadamente poderoso, pero que sólo puede ser usado con éxito una única vez.

4 comentarios:

  1. Gran película "Hero" aunque si la historia es como tú la cuentas tiene un alto grado de revisionismo nacionalista...

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    1. Hasta donde llego, que tampoco es mucho, las fuentes históricas cuentan el asunto más o menos así. Hay varias películas y series sobre el tema, además de Hero, que lo trata de un modo más cargado de simbolismo y sí, con la conclusión de que la unificación china mereció todo lo que acabó haciendo su gobernante, que el tipo era de los de darle de comer aparte.

      Otras versiones son La sombra del emperador, o El emperador y el asesino, que se ciñen más a la historia original. En ambos casos también hay desviaciones y añadidos importantes a la trama, pero el desarrollo básico es más reconocible que en Hero.

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  2. Que bien contada la historia. Es una de estas de las que nunca me canso pero tu lo explicas muy bien. A ver si algún día se la puedo colar a mis alumnos...

    Por otro lado muy interesantes las posibilidades de aventura. Vamos, que buena entrada.

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    1. Gracias. Me encontré con este asunto leyendo una biografía de Ying Zheng y enseguida se me ocurrió que era algo que tenía que poner en el blog. Es una de esas historias que lo tiene todo.

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